El síndrome de Asperger (SA) es una condición neurobiológica, conjunto de características mentales y de conducta que forma parte de los trastornos del espectro autista, nombrado así en memoria de Hans Asperger, médico austríaco. El CIE-10, en su edición de 1992 lo encuadra dentro de los trastornos generalizados del desarrollo (Capítulo V; F84). En la edición actualizada del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM 5, 2013), no aparece como tal por considerarlo incluido en los trastornos del espectro autista, ya que la persona afectada muestra dificultades, de gravedad variable, en la interacción social y en la comunicación, así como actividades e intereses en áreas que suelen ser muy restringidas y en muchos casos estereotipias.

Según criterios diagnósticos, se diferenciaba del autismo infantil temprano que describió Leo Kanner y de otras formas menos específicas en que el trastorno de Asperger no requería como condición el retraso en el desarrollo del lenguaje, ni una perturbación clínicamente significativa en su adquisición, ya que, en muchos casos no se observa retardo, por ejemplo, en la edad en que aparecen las primeras palabras y frases, aunque puede haber particularidades cualitativas (por ejemplo, gramaticales) que llamen la atención, así como una preservación generalizada de la inteligencia. Esta diferencia, sin embargo, no quedaba clara, ya que muchos niños diagnosticados de trastorno autista posteriormente eran diagnosticados con síndrome de Asperger, y viceversa, por lo que finalmente se ha concluido que forman parte de un mismo espectro.

Aunque la edad de aparición y detección más frecuente se sitúa en la infancia temprana, muchas de las características del trastorno se hacen notorias en fases más tardías del desarrollo, cuando las habilidades de contacto social comienzan a desempeñar un papel más central en la vida de la persona.

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