La mucopolisacaridosis tipo 1 (MPS 1) es una enfermedad por almacenamiento lisosomal del grupo de las mucopolisacaridosis. Existen 3 variantes, que difieren mucho en su gravedad, siendo el síndrome de Hurler el más grave, el de Scheie el más leve, y el de Hurler-Scheie el intermedio. Se estima una prevalencia de 1/100.000. Del total de casos de MPS 1, un 57% corresponde al síndrome de Hurler, un 23% al síndrome de Hurler-Scheie y un 20% al síndrome de Scheie. En la forma grave de la enfermedad (síndrome de Hurler o MPS 1-H; ver término), los síntomas principales son un retraso en el desarrollo motor e intelectual y deformaciones del esqueleto. La enfermedad aparece 6-8 meses después del nacimiento. El cuadro clínico incluye también: opacidad corneal, organomegalia, enfermedad cardiaca, estatura baja, hernias, dismorfismo facial e hirsutismo. El examen radiológico revela un patrón característico de disostosis múltiple. A partir de los dos años puede darse una hidrocefalia. Los pacientes que presentan la forma de aparición en la edad adulta (síndrome de Scheie o MPS 1-S; ver término) son de estatura prácticamente normal y no presentan déficit intelectual. Los síntomas característicos son: rigidez en las articulaciones, opacidad corneal, síndrome del túnel carpiano y alteraciones esqueléticas menores. Las válvulas aórticas pueden verse afectadas. Una compresión de la médula espinal cervical debido a una infiltración de glicosaminoglicanos en la duramadre puede conducir a una paresia espástica si no se corrige mediante una intervención neuroquirúrgica. Los pacientes afectados por las formas intermedias (MPS 1-H/S; ver término) presentan una inteligencia normal o casi normal, pero tienen un grado variable de discapacidad física. La transmisión es autosómica recesiva. Los diferentes fenotipos se deben a mutaciones alélicas del gen de la alfa-L-iduronidasa (IDUA) (4p16.3), responsables de un déficit total del enzima (MPS 1-H) o de un funcionamiento parcial (MPS 1-S), lo que conduce a un acúmulo en los lisosomas de dermatán sulfato (DS) y de heparán sulfato (HS). El diagnóstico temprano es difícil ya que los primeros signos clínicos no son específicos, pero es crucial para iniciar un tratamiento a tiempo. El diagnóstico biológico se basa en la detección de un incremento de DS y HS en la excreción urinaria y en la demostración del déficit enzimático (en plasma, leucocitos, fibroblastos, trofoblastos o amniocitos). La mucopolisacaridosis tipo VI (síndrome de Maroteaux-Lamy; ver término) se parece al de tipo I en varios aspectos, pero los pacientes no presentan déficit intelectual. La mucopolisacaridosis tipo II, una enfermedad recesiva ligada al X, presenta igualmente varios signos comunes a la de tipo I, pero se distingue de ésta por unas contracturas articulares graves. Se recomienda el consejo genético. Puede realizarse un diagnóstico prenatal en las familias en las que se ha identificado la mutación responsable. Debe establecerse el genotipo en el momento del diagnóstico en todos los pacientes ya que esto puede ayudar a determinar el enfoque terapéutico. Debe proponerse un tratamiento sintomático por parte de un equipo multidisciplinar. El trasplante de células madre hematopoyéticas ha sido de ayuda en algunos pacientes. La terapia enzimática sustitutiva (TES) con laronidasa obtuvo en 2003 la autorización de comercialización como medicamento huérfano. Todos los pacientes, incluidos aquellos que no han recibido un trasplante o en los que no ha funcionado, pueden beneficiarse significativamente de la TES. A través de perfusiones semanales, se obtiene una mejora de la función pulmonar y de la movilidad articular. Un tratamiento temprano ralentiza la progresión de la enfermedad, aunque no es eficaz ante lesiones neurológicas. La esperanza de vida es prácticamente normal en el síndrome de Scheie, pero reducida en el síndrome de Hurler: la muerte ocurre antes de la adolescencia debido a complicaciones cardiovasculares y respiratorias.

 

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